miércoles, 12 de noviembre de 2008

relatos japoneses, 4. otoño en nikko







uno de los pretextos de cruzar el pacífico era ver los árboles del otoño en japón. en realidad no era un pretexto sino uno de mis motivos centrales. era hora de saber cómo es el otoño.

llegar a nikko, al noreste de tokyo fue toda una odisea. confundidos en la estación de ikebukuro el día anterior perdimos el último tren. lalo desistió intentarlo otra vez. tomamos el tren equivocado los cinco viajeros, pero el controlador de boletos muy lindo y amable nos pidió que nos bajáramos en la siguiente estación y tomáramos el shinkansen (¡o tren bala!), en fin, en la ciudad de utsonomiya tomamos otro tren que nos llevó hasta nikko, un trayecto amenizado por un par de australianos que se divertían cantando fragmentos de la “crítica de la razón pura” de kant. al bajar del tren en nikko, nos recibió el otoño. unas hojas rojas frente a la estación de trenes. realmente los árboles toman esos colores.

en nikko se sintió el frío, la niebla, el bosque, en fin el otoño. los templos hermosos y llenos de luz, sombras, figuras hermosas en la madera. un gato dormido, escaleras interminables, el aire cada vez más frío. el sol se va. de regreso, apenas tomamos el tren. en utsonomiya compramos cajas de bentō para comer en el tren, mi cajita, todo rico, la cajita de yuyis, una parte muy bien, la otra: lo más repugnante que he probado en la vida (es más, insisto con mi ejemplo, hubiera preferido beber leche pasada…).

de regreso en tokyo visitamos la torre de tokyo, lalo no apareció hasta el ryokan.

de regreso al ryokan, ehe, edurne y mau fueron a beber sake al bar de j’s, justo cruzando la calle. el barman y los dos japoneses con los que hablamos (ehe, al segundo sake era casi trilingüe ja ja) nos hicieron disfrutar más esos vasitos de sake frío, corroboraron el itinerario y nos hicieron sentir en casa, al día siguiente dejábamos tokyo, el rumbo era hakone, teníamos como zanahoria el tono de voz de los tres japoneses del bar cuando dijimos “vamos a hakone” y ellos comentaron, entre ellos y en japonés, con mucha felicidad que era un lugar hermoso, que la gente iba a ver cómo cambian los colores de la montaña. la japonesa suspiró y según nosotros dijo “como me gustaría estar en hakone”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

australianos catando la “crítica de la razón pura” de kant? De verdad que en Japón todo puede pasar :)
Que agradable leer sus relatos don Mau y no se imagina como se le envidia, pero se le quiere también :D

mau feroz dijo...

le juro.. el cuadro era extraño, frente a nosotros, dos australianos, él con cara de jugador de rugby y ella muy delicadita, cantaban y se reían leyendo un libro y yo trataba de ver que libro era, cuando lo descubrí me reía yo también ja ja ja