domingo, 16 de noviembre de 2008

relatos japoneses, 11. hiroshima mon amour







los viajeros viajan hacia el oeste, rumbo a hiroshima.

(pero antes, mau y christian perderían a edurne, ehe y lalo por lanzarse a ver un último templo en kyoto, el templo toji, con la pagoda más alta de japón y con dos mandalas en tercera dimensión que les quitó el aire y el tiempo, tuvieron una conversación con un viejito repitiendo únicamente la palabra “ichi”, bajo la lluvia llegaron a la estación y los demás ya había partido rumbo a himeji, mau y christian buscaron algo de desayunar, los siguieron en el siguiente tren, esperando encontrarlos en el castillo de himeji, pero no fue así, ni los vieron en el castillo ni en la ciudad, tomaron el tren esperando encontrarlos en el hostal de hiroshima pero no fue así)

ya en hiroshima: lloviznaba y había un poco de niebla, tras entender que sólo algunos cajeros automáticos permiten sacar dinero a los extranjeros, mau y christian fueron a caminar a la plaza de la paz y a buscar algo de comer. la primera impresión de esta plaza, entre sus árboles, su triste noche, fue un nudo en la garganta.

el museo, el cenotafio de kenzo tange, la llama de la paz, a lo lejos el domo de la bomba. la cicatriz del mundo ahí, expuesta bajo la lluvia y el frío. ¿cómo fue que esto pudo ocurrir? ¿cómo se acabó la ciudad? ¿por qué? la pregunta que no puede tener respuesta. a la orilla del río unas voces, él canta mirando a la otra orilla, ella le contesta por debajo de un puente, cantan bajo la lluvia. ese momento es la primera imagen de hiroshima.

(la lluvia aumenta, mau y christian buscan dónde comer, aunque van secos gracias a sus paraguas japoneses, encuentran un lugar dónde todo está escrito en japonés y beben cerveza y piden cosas que desconocen, christian dibuja un calamar y explica que lo quiere muerto, caliente y en pedazos, mau recuerda la palabra okonomiyaki mientras christian no logra dibujarlo. regresan al hostal y ya saben que los demás llegaron pero que fueron a la plaza de la paz y a cenar algo también, venían en el tren detrás de ellos)

al día siguiente, mau y christian comienzan un poco más temprano para ver el museo, luego el castillo y se reunirán (se supone) con los otros viajeros para ir a miyajima, la isla sagrada. en el museo verán el horror: la memoria que no se debe borrar, la destrucción de hiroshima, el reloj marcando eternamente las 8:15 a.m., el instante en que la bomba arrasó con la ciudad, dos de las únicas fotografías que se tomaron en la ciudad ese día.

mau frente al reloj pierde el aire, las piernas le tiemblan. mau termina el museo y sale al sol, hiroshima lo impresionó más de lo que había imaginado; observa como llegan cientos de japoneses a orar frente al cenotafio. jóvenes, niños, jubilados, adolescentes, hombres y mujeres, dejan flores, observan la flama, oran un momento, guardan silencio. el cenotafio dice: “descansen en paz, para que este error no se vuelva a repetir”. mau observa a la gente, el sol en el rostro se siente bien.

(y no, nunca encontramos el hotel de “hiroshima mon amour”, pero venir acá valió la pena)

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