como de costumbre, con mucho de lo que sucede en nuestro
méxico, nos encanta echarnos mierda y criticar con toda la mala leche del mundo
posible.
en lugar de que nos alegre que un museo logre recibir más de
300,000 personas en el periodo de una exposición (muy específicamente: museo
tamayo, exposición "obsesión
infinita" de yayoi kusama, 26 sept., 2014 - 18
ene., 2015) y que nos alegre se haya generado una enorme expectativa por asistir
(el maratón de 36 horas para el último fin de semana es algo de lo que no tengo
referencia que haya sucedido antes en México, puedo estar equivocado), ya sea
por ver la obra de una artista que –seamos
muy honestos- nadie conocía antes (nota 1: yayoi kusama: japonesa, nació en
1929, sigue viva, muy prolífica cuando está en proceso creativo que suele ser
obsesivo y compulsivo, medio loca, relevante en los 70s, muy dada a las
instalaciones o el arte objeto) o ya sea por entrar a las piezas que hemos
visto en redes sociales estos meses y, si se puede, hacerse una selfie o tomar fotos
(nota 2: vivimos una época donde todo es ícono, nos referimos a la foto para
demostrar que se estuvo ahí, se hizo aquello, la imagen se vuelve se
vuelve la prueba de credibilidad), veo con bastante horror los posts y los
tuits quejándose de que la gente fue al museo y que hacía fila y que la gente
sólo quería ir a tomarse fotos.
le robo la frase a don carlos de la o en su twitter: “No
me lo tomen a mal pero la gente puede ir al museo en la disposición mental que
se le pegue la gana.”
¿cuál es el verdadero problema? ¿qué exista algo de alta cultura que el gran público se lanzó a ver y que le gustó y le pareció bonito y lo validó estéticamente
hablando? ¿de verdad son tan sabios y tan profundos que ustedes,
librepensadores, si entendieron la obra (o como son sabios y cultos ni siquiera
tuvieron intención de ir a la exposición porque piensan que kusama es una
artista menor) y desde su alta cultura
se sienten con el derecho a enjuiciar a 300,000 que se formaron para poder entrar
y que ya dentro tomaron fotos? ¿y si así fuera? ¿por cada selfie que se tomaron
los 300,000 visitantes se murieron niños o se taló un árbol? (nota 3: una
selfie, la autofoto, que aunque es un ejercicio narcisista, es también un acto
de autoaceptación y de autovalidación: este
soy yo, aquí y ahora, lo cual, al resto del mundo nos debería de importar
poco)
sin duda la estrategia de comunicación del tamayo fue la
correcta (nota 4: supe que existía la señora kusama el día que recibí el correo
informativo del museo tamayo, 6 meses antes, que vendría la exposición. al ver
la foto de la instalación “obsesión infinita”, con la que cierra la exposición (y
este post) apunté la fecha para verla) y la gente que empezó a ir y quienes
verdaderamente hicieron la publicidad en sus redes sociales con sus selfies y
que ayudaron a incrementar el interés. si con eso se logró que la gente fuera,
pagara su entrada, visitara un museo, viera algo que nunca había visto y dijera
“¡qué bonito es esto! me tomo una selfie”
¿no son esas personas las mismas a los que critican una y otra vez porque “nunca van a un museo” o “nunca leen un libro” o “siempre están hablando de futbol”?
¿de verdad somos incapaces como sociedad de ver algo
positivo en que muchos visiten un
museo? ¿o de verdad leemos tanto y somos tan cultos como para ofendernos que
los demás, “todos los que no son yo”,
vayan a un museo y lo disfruten desde su propia perspectiva? ¿por qué será? ¿de
verdad somos incapaces de ver algo bueno en algo bueno que se hizo en un museo
mexicano? aplausos al museo tamayo por haber hecho lo que hicieron, aplausos a
la gente por ir.
ahora, museos de méxico: el reto es superarlo: subamos el
nivel: hay interés, hay formas, la gente está dispuesta a formarse para entrar
a un museo. saquémosle provecho. si 300,000 visitaron a una artista si no menor
si muy desconocida, ¿qué más podemos hacer si le echamos ganas? ¿podemos abrir
panoramas de lo que es la creación artística y salir del molde “sólo hacemos fila para ver a frida kahlo”?
y claro, es un bonito botón de muestra para documentar como “todo el que piensa diferente de mi es un
pendejo y lo desprecio” que es tan típico de nuestra mexicaneidad. a cada rato nos veo enarbolar la frase de
benito juárez y nos llenamos el hocico con ese “el respeto al derecho ajeno es la paz” pero nos da pena decir,
colectivamente, que realmente nos encantaría que la frasecita dijera “el respeto a mi derecho es la paz”. conozco a más de uno que habla de tolerancia
e inclusión, pero cuando uno empieza a discutir ideas lo insultan y lo
descalifican porque en realidad no son ni tolerantes ni incluyentes (algunos
hasta estudian filosofía o psicología o ciencias políticas, y se supone esas
disciplinas deberían ayudarles a entender otredades, en fin).
(nota 5: y si: fui y
me tomé fotos).
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