jueves, 26 de enero de 2012

el placer de filmar lentamente, adiós angelopoulos













“En mi infancia, yo iba a las salas como a una fiesta, con amigos, vecinos... Era una acción social, surgían amigos, amores...”
Theo Angelopoulos

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finales de enero, 2012. theo angelopoulos es arrollado por una motocicleta en atenas. la ambulancia tarda 45 minutos en llegar y así muere uno de los grandes directores. un cineasta que nació en 1935, que amó el cine, que amó el oficio, que amó contar historias muy lentamente, que ganó premios en berlín y en venecia, que enfureció cuando no ganó la palma de oro en cannes por “la mirada de ulises” y que unos años después recogería ese premio por “la eternidad y un día”, uno de esos grandes herederos del cine de tarkovski que logró su propio lenguaje a través de la tristeza y la desolación, que no dejó de hablar en griego: su niebla, sus paisajes, los versos homéricos, los viajes sin fin, la melancolía, la torpe incapacidad del ser humano de ser.

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¿para qué hacer un cine veloz si la historia nos permite contarla lenta y pausadamente? ¿por qué la prisa? las imágenes van apareciendo poco a poco, la cámara apenas se desplaza. se toma su tiempo, el tiempo necesario, para se suceda la historia. imágenes poderosas, grandes silencios donde se escucha respirar a un personaje que transita cerca del mar. siempre van buscando algo, siempre van sus personajes mirando el mundo ajeno a ellos, pequeños trozos de un ulises inmortal, que sigue viajando desde hace siglos. ulises somos toda la humanidad.

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fue un ciclo de películas en la cineteca en 1996, en ese tristísimo mes de mayo. fui porque nunca había visto una película griega. en funciones que comenzaban a las 8 de la noche, noche tras noche, vi “viaje a cytera” (1984), “paisaje en la niebla” (1988), “el paso suspendido de la cigüeña” (1991) y la recién estrenada (en aquel entonces) “la mirada de ulises” (1995). los escalofríos, la maravilla. todo sucedía en esas salas de cine. al terminar tenía que caminar un largo rato para llegar a casa, en la noche, solo, pensando, murmurando hacia adentro lo que acababa de mirar. la nostalgia y la niebla, los símbolos. una forma única de contar historias: lentos planos secuencias donde la niebla o la carretera o las ruinas de una ciudad son personajes que están vivos en la narrativa.

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recordando esos días, me doy cuenta que ahí algo cambió en mi, muy dentro de mi no podría nunca volver a ver el mundo de otra manera, el cine. ese es el cine que me gusta, que me apasiona. de pronto algo tan ajeno como un director de cine en grecia tenía que ver profundamente conmigo, mis emociones, mi corazón.

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un tiempo después vería “la eternidad y un día” (1998). una y otra vez, totalmente obsesionado por la película. bruno ganz interpretando a alexander, un hombre infinitamente cansado. la voz (la memoria) que lo llama desde una casa de playa se ha quedado en mi memoria desde entonces. imágenes perfectas, la niebla, siempre la niebla. reflexiones sobre la muerte y la memoria y el olvido, sobre las fronteras, la solidaridad, sobre el tema del “ser y estar”, sobre el hambre, un poeta recitando unos versos en griego que a veces me persiguen.
la última estrella resplandeciente de la mañana/ anunció la llegada del sol en lo alto / no hubo niebla o sombra atreviéndose a arruinar / la simple perfección de un cielo sin nubes / desde donde una suave brisa soplaría / acariciando los rostros en la tierra / como si murmurara en los huecos del corazón / “ la vida es dulce y… / la vida es dulce”.
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He visto “el apicultor” (1986), una tristísima película del dolor metafísico, 2 veces en televisión en noches de insomnio, nunca en cine. no puedo dejar de pensar que en esta película marcello mastroianni es un boceto de ese perfecto personaje que será harvey keitel diez años después en “la mirada de ulises”. la secuencia final de la película es, de alguna forma, un preludio de la desesperanza por lo que sucederá cuando comiencen las masacres en los balcanes. el cine de angelopoulos fue una de las voces de denuncia ante la estupidez humana.

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su próxima película se iba a llamar “el otro mar”. es tristeza infinita que ya no esté. la humanidad pierde un poco de si. gracias theo angelopoulos, por todo lo que dijiste, por todo lo que mostraste, gracias por los escalofríos. gracias por ser un compañero silente de este lobo solitario.

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