miércoles, 9 de agosto de 2017

tadaima

(escribir es un compromiso: la palabra se queda. a veces no hay palabras, otras veces no hay ganas de tener palabras, a veces hay más sombras que palabras)


“tadaima” es una palabra japonesa que quiere decir “ahora estoy en casa”, tiene el kanji ima, que significa “ahora”. en mi cineteca en estos día de agosto pude ver (volver a ver, 22 años después) la película alemana “nadie me quiere” de doris dörrie filmada en 1994 y al día siguiente vi “greetings from fukushima” filmada en 2016 (también conocida como “fukushima, mon amour”). la de 1994 la había visto en otro tiempo y otra vida, hace tanto que mariana sánchez ya no la recuerda ni sabe de qué le hablaba, la memoria tiene naufragios y se pierden libros y películas ahí, pero en su momento la vimos y discutimos, buscamos respuestas. 22 años después la película sigue siendo tan poderosa y vigente como entonces (eso sí, la moda y los colores de los años noventa son un horror, jajaja). “greetings from fukushima” es una poderosísima puesta en escena: una alemana (rosalie thomass en el personaje de marie) que tiene el corazón roto viaja a japón, a los albergues temporales de damnificados para hacer trabajo comunitario, pensando que ver a otros que han perdido todo le hará más fácil el trago de tristeza, pero no: en el albergue conoce a una señora japonesa (kaori momoi en el personaje de satomi), geisha, mayor que ella, quien abandona el albergue para volver a su casa, una de las pocas viviendas que no se llevó el mar durante el maremoto de 2011 y que quedó dentro de la zona de alta radiación cercana a la central nuclear de fukushima. satomi perdió vecinos, recuerdos, su última alumna, las cosas que tenía dentro de la casa. recupera unas pocas fotos, un buda roto, reconstruye desde lo poco que tiene y se sienta a beber el té: satomi le enseña a marie que cuando se bebe el té no se debe hacer otra cosa, es un momento para estar ahí y entonces, para pensar en el té, en la taza, en la textura de la taza en la mano, en el olor en como entra la bebida caliente a través de la garganta, que la experiencia sensorial debe ocuparlo todo y que uno debería estar ahí. pensar en la taza de té. o no pensar, sino sentir. marie combate sus fantasmas y los fantasmas que hay alrededor de la casa y que vienen de noche. marie y satomi se encuentran para sostenerse, avanzan. son y están, algo tan simple y tan complicado, lo mismo que les sucede (sin el elemento del deseo) a los personajes de emmanuelle riva y eiji okada en la increíble “hiroshima, mon amour” de alain resnais (1959).



doris dörrie dijo que filmó en blanco y negro para poder hacer una metáfora fílmica, pero también para hacer un homenaje y un diálogo a la película de resnais, pero también para homenajear y dialogar con los grandes maestros del cine japonés: yasujirô ozu, akira kurosawa, kenji mizoguchi, shôhei imamura y mikio naruse.

doris dörrie dijo que quiso hacer esta película para poder contar algunas de las historias de los personajes reales que vivieron el terremoto y el maremoto y la fuga de radiación de fukushima: un abad budista (que aparece en la película hablando de su historia) que dejó de sonreír, un anciano que se decía a sí mismo “no lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo” durante días y horas entre las ruinas, una geisha anciana que logró enseñar su canción a algunas geishas jóvenes, un empresario japonés que al terminar de trabajar se pone una cabeza de gato en tokio.

ver cine me devuelve a casa. me devuelve a mí mismo. ver cine de gente que busca y que encuentra me hace feliz.


(hoy, hace 72 años nagasaki desapareció en el fuego atómico. nunca olvidar)

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