(escribir es un compromiso: la palabra se queda. a
veces no hay palabras, otras veces no hay ganas de tener palabras, a veces hay
más sombras que palabras)
“tadaima” es una palabra japonesa
que quiere decir “ahora estoy en casa”,
tiene el kanji ima, que significa “ahora”. en mi cineteca en estos día de agosto pude ver (volver a ver, 22 años
después) la película alemana “nadie me quiere” de doris
dörrie filmada en 1994 y al día siguiente vi “greetings from fukushima”
filmada en 2016 (también conocida como “fukushima, mon amour”). la de 1994
la había visto en otro tiempo y otra vida, hace tanto que mariana sánchez ya no la recuerda ni sabe de qué le hablaba, la
memoria tiene naufragios y se pierden libros y películas ahí, pero en su
momento la vimos y discutimos, buscamos respuestas. 22 años después la película
sigue siendo tan poderosa y vigente como entonces (eso sí, la moda y los colores
de los años noventa son un horror, jajaja). “greetings from fukushima” es
una poderosísima puesta en escena: una alemana (rosalie thomass en el
personaje de marie) que tiene el
corazón roto viaja a japón, a los albergues temporales de damnificados para
hacer trabajo comunitario, pensando que ver a otros que han perdido todo le
hará más fácil el trago de tristeza, pero no: en el albergue conoce a una
señora japonesa (kaori momoi en el personaje de satomi), geisha, mayor que ella, quien abandona el albergue para
volver a su casa, una de las pocas viviendas que no se llevó el mar durante el
maremoto de 2011 y que quedó dentro de la zona de alta radiación cercana a la
central nuclear de fukushima. satomi perdió
vecinos, recuerdos, su última alumna, las cosas que tenía dentro de la casa.
recupera unas pocas fotos, un buda roto, reconstruye desde lo poco que tiene y
se sienta a beber el té: satomi le
enseña a marie que cuando se bebe el
té no se debe hacer otra cosa, es un momento para estar ahí y entonces, para
pensar en el té, en la taza, en la textura de la taza en la mano, en el olor en
como entra la bebida caliente a través de la garganta, que la experiencia
sensorial debe ocuparlo todo y que uno debería estar ahí. pensar en la taza de
té. o no pensar, sino sentir. marie
combate sus fantasmas y los fantasmas que hay alrededor de la casa y que vienen
de noche. marie y satomi se encuentran para sostenerse,
avanzan. son y están, algo tan simple y tan complicado, lo mismo que les sucede
(sin el elemento del deseo) a los personajes de emmanuelle riva y eiji
okada en la increíble “hiroshima, mon amour” de alain
resnais (1959).
doris dörrie dijo que filmó en
blanco y negro para poder hacer una metáfora fílmica, pero también para hacer
un homenaje y un diálogo a la película de resnais, pero también para
homenajear y dialogar con los grandes maestros del cine japonés: yasujirô
ozu, akira kurosawa, kenji mizoguchi, shôhei
imamura y mikio naruse.
doris dörrie dijo que quiso hacer esta
película para poder contar algunas de las historias de los personajes reales
que vivieron el terremoto y el maremoto y la fuga de radiación de fukushima: un
abad budista (que aparece en la película hablando de su historia) que dejó de
sonreír, un anciano que se decía a sí mismo “no
lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo” durante días y horas entre las
ruinas, una geisha anciana que logró enseñar su canción a algunas geishas
jóvenes, un empresario japonés que al terminar de trabajar se pone una cabeza
de gato en tokio.
ver cine me devuelve a casa. me devuelve a mí
mismo. ver cine de gente que busca y que encuentra me hace feliz.
(hoy, hace 72 años nagasaki desapareció en el fuego
atómico. nunca olvidar)
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