martes, 23 de agosto de 2011

esta es una historia

Esta es una historia, y es un poco así. El tipo nace en 1976 y la música tendrá una gran influencia en su vida cotidiana. Los primeros años no tiene decisión por sí sólo, escucha los discos que le ponen sus hermanas, su mamá, su papá. De esos años de infancia y origen quedan en la memoria: la 5ª sinfonía de Shostakovitch (ja ja aún existía la Unión Soviética) y la 1ª y la 5ª sinfonías de Gustav Mahler. De hecho, su primer concierto fue “El Titán” de Mahler, en la Sala Nezahualcoyotl en la Ciudad de México.

Más o menos pasan 12 años. Ya sucedieron los primeros amores infantiles, un tal Lucas y el primer Gabriel. A los 12 conoce al segundo Gabriel, se le parte el corazón por primera vez y cuando cumple 13 decide que mejor estar solo y que mejor no tiene nada que decir. Guarda silencio 3 años y se hace sombra. Aun así, en esos años aprende de su cuerpo, lee los primeros libros (Tolkien, Ende), se obsesiona con “algunas cosas”, quiere sentir cariño, primeros cassettes propios, primeras cintas hechas mal grabadas del radio o desde MTV si visitaba a los abuelos. Uno de sus tesoros es un vinil de “entre el cielo y el suelo” de Mecano.

Tiene 16. La historia de amor que no fue con el primer Gabriel viene y va, pasan noches y tardes juntos y luego se ignoran por semanas. Se vuelve a enamorar, se vuelve a llenar de tristeza. Lee a Yukio Mishima y el “Demián” de Hermann Hesse.

En un mes cumplirá 18. Conoce al 3er Gabriel. Una boba serie de circunstancias hace que hablen en un día lluvioso. Dos semanas después se besarán y comienzan una historia larga y complicada y bastante torpe. El deseo cobra forma. Se acepta a sí mismo y se pierde parte del miedo. Ese año, lee a Julio Cortázar, descubre a Andrei Tarkovksi.

Tiene 19 años. El corazón condominio está ocupado felizmente. Tres inquilinos, tres cuerpos, tres amores. No podía haber un mejor momento. Ese año descubre la voz de Juan Gelman.

En marzo del 96 todo se viene abajo. Tercera gran tristeza. Se hace pedazos, se apaga, se quiere morir. ¿Que más puede haber? Las cosas se irán acomodando después de unos meses, unas películas de Werner Herzog en la cineteca, una playa en el Pacífico con gente que no volvió a ver, un mes en el Atlántico, “Un jardín junto al mar” de Mercé Rodoreda, el tercer Gabriel le tiende un puente o una trampa, no se sabrá nunca muy bien.

1997. Todo sucede muy rápido. Es el año mítico, donde todo pasa. Ese año: Berlín, Londres, Florida, otra vez en casa. Ese año cuatro discos que le salvan la vida: “The boatman's call”, “ok computer”, “Mellon Collie & the infinite sadness” y “Big calm”. Ese año lee a Saramago, a Pessoa, a Borges, ese año muere Allen Ginsberg, ese año es el verano en que los mosquitos eran feroces. Ese año lee “The waste land” de T.S. Eliot. Fuegos artificiales. Primeros poemas en serio.

Tiene 22. Ha jugado a descender a los infiernos. Ha hecho lo indecible. El cuerpo hirviendo. Un disco mágico: “Dummy”. Una historia que se desenvuelve veloz y llena de sangre.

El año 2000 es un año triste, pero ahí comienza una bonita historia. Sucede en el puerto de Veracruz. Suena Paulina Rubio en la radio. Ese año escribe el poema "(habitación)".

Verano del 2001: abre los ojos y descubre el sur. Primeros viajes a Costa Rica, Uruguay y Argentina. Cumple 25 en el Río de la Plata, la niebla lo recibe en Montevideo. Ahí, descubre a Idea Vilariño. De regreso en Buenos Aires descubre a Alejandra Pizarnik. En Buenos Aires lee “Rayuela”

2002. 14 de abril. Ese día comienza una historia. Aparece Christian, el lugar es el zócalo de la Ciudad de México. Comienzan una historia feliz. Noches y días, sueños, no estaba en sus planes pero todo es perfecto. El corazón condominio se llena de luz y sólo tiene un inquilino. La historia sigue. Aún sigue.

2006. Tercer viaje al sur. Fin del mundo. Glaciares. La vida juntos. Cumple 30 años en Buenos Aires. Cena en “Los Inmortales”. Ese día ve la película “Volver” de Pedro Almodóvar.

Japón. Japón. Japón, con todo lo bueno y con todo lo malo. Estuvo a punto de perderse todo. Estuvo muerto unos días, unos meses. El tipo se perdió. Volvió a abrir los ojos. Los ojos bien abiertos. Descubre a Haruki Murakami.

Y hubo que moverse. Si se quedaba quieto se muere. Si no se busca, se borra. Se hace sombra. En silencio, pero feliz. Avanza.

Llega a los 35, ha visto y ha hecho mucho. No se queja. Ha sido un buen camino, ha aprendido mucho y queda un buen camino por andar aún. ¿Qué sucede en el siguiente paso? ¿Qué historias sucederán? ¿Qué discos? ¿Qué libros? ¿Qué versos escribirá? ¿Qué viene? Sopla el viento y no trae respuestas. El tipo, con 35 años, da un paso y luego otro. Avanza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La musica y los libros dictan el tacto de la vida de un ser que sabe estar feliz y reconoce que no es feliz. Yo tambien lei Mishima a los 17. Su voz literaria me esta llamando otra vez. Tu trayectoria esta llena de vida, llena de emociones. Tiene etapas intensas, felices, algunos abismos del corazon y de la mente. Que envidia que has podido ir a Japon, al fin del mundo en el sur de este planeta. Me acuerdo de la lectura sobre una tarde en el Tiergarten en Berlin. Recuerdos de acontecimientos unicos, fuertes. La vida es una serie de hitos. Me encanta descubrir los tuyos.

mau feroz dijo...

gracias por el comentario. es increíble saber que mi historia, tan personal, y lo que pienso a veces es importante para alguien :D