sábado, 2 de abril de 2011

qué bonita palabra es finsternis





para inge lore, con mucho cariño.

“mirar al otro. tratar de entender. no hablo su idioma, no pertenezco ni a su geografía ni a su cultura ni a su clima ni a su historia reciente o pasada. pero es un ser humano, tiene ojos: me mira con extrañeza. yo soy otro. soy distinto. le soy distinto y le soy otro también. no soy ni el desierto, ni la montaña, ni la nieve. soy otro. y aun así, nos podemos entender, comprender, aprender uno del otro. y sonreímos, porque nos reconocemos un poco en la mirada ajena.” – pareciera que esto es lo que a través de los documentales de werner herzog se va despertando en mi cabeza de espectador.

ha sido un reencuentro feliz con este cineasta alemán al cual le debo varios de mis grandes placeres cinematográficos: “fitzcarraldo”, “también los enanos comenzaron desde pequeños”, “nosferatu”, “el gran éxtasis del escultor steiner”, “fata morgana”, “signos de vida”…

estos últimos tres días, uno tras otro, he visto “hércules”, “fata morgana”, “la soufrière”, “lecciones de obscuridad”, “wodaabe – pastores del sol”, “campanas de las profundidades” y “la rueda del tiempo”. en todos estos documentales: imágenes poderosas, silencios precisos, miradas profundas o miradas sin fondo, culturas ancestrales y aisladas y alejadas y llenas de un misterio extraño, tan personal y a la vez ajeno.

viendo “lecciones de obscuridad”, una mirada a lo que sucedió en kuwait después de la guerra del golfo de 1991, la devastación que quedó, la pérdida de personas y la pérdida del habla, la pérdida de la inocencia, los campos petroleros en llamas, la desesperación por la catástrofe ecológica, el petróleo quemando el aire, llenando el espacio, matando bosques y abriéndose paso como todo-aquello-que-del-ser-humano-es-horrible. hacía un tiempo que las imágenes en la pantalla no me conmovían tanto. recordé aquel ciclo, también de herzog, cuando era 1996 y estaba tomando decisiones importantes en mi vida y tras ver “fitzcarrlado” decidí cambiar el rumbo e intentar cruzar mi montaña con mi propio barco, que el camino no fue fácil, no. pero valió la pena, eso que ni qué. quince años después volvería la voz calmada, pausada y profunda de herzog a inquietar mi cabeza y mi corazón. quince años después otra vez el cine de herzog despierta en mi de nuevo los ojos inquietos, las ganas de hacer algo. hacer algo. en un momento, en “campanas en las profundidades”, uno de los entrevistados toca las campanas de una iglesia: la belleza es tal que el silencio pareciera un insulto; uno de los rostros y de las voces más honestas y nostálgicas que han sido filmadas en cine jamás. en “la soufrière” mientras recorren la ciudad abandonada a la espera de que estalle el volcán graban el silencio que los rodea, un silencio tan grande y perfecto que erizó mi piel (y mis ojos).

dice herzog: “no sólo son mis sueños. yo creo que todos estos sueños son también de ustedes. la única diferencia entre ustedes y yo es que yo puedo articularlos. y eso es de lo que se trata la poesía, o la pintura, o la literatura o la cinematografía. yo hago cine porque no he aprendido a hacer otra cosa. hasta cierto grado, es todo lo que sé hacer. y es mi obligación, porque ésta es quizás la crónica interna de quiénes somos, y somos nosotros quienes debemos articularla. si no, seríamos como vacas en el campo.”

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