sábado, 15 de marzo de 2008

Del silencio que dice tanto


En los últimos días pude (volver a) ver las películas dirigidas por el finlandés Aki Kaurismäki que conforman la “trilogía del proletariado” (como le ha llamado la crítica) o “trilogía de los perdedores” (como prefiere llamarlo él mismo y que creo que sería el título adecuado). Las películas son: “Sombras en el paraíso” de 1986, “Ariel” de 1988 y “La muchacha de la fábrica de cerillos” de 1989. Estas tres películas, filmadas en Finlandia y en finlandés, son resultado de la búsqueda de Kaurismäki por contar una buena historia con la menor cantidad de recursos posibles, un cine sobrio, casi mudo, casi inmóvil.

La definición de este conjunto de filmes como “trilogía de los perdedores” me parece más adecuada, porque Kaurismäki nunca pretendió dar cátedra de la situación de los obreros finlandeses. Sí buscó contar historias donde una constante en la vida de los personajes serán el desempleo, la pobreza, la falta de oportunidades en una sociedad donde lo importante es el capital, el hambre y el desencanto. No son películas de corte político en sí, aunque en última instancia sí son películas donde se muestra la condición del hombre en un mundo industrializado, en la década de la caída del socialismo, en el mundo marginal. Kaurismäki es un utópico, un idealista. Fanático del cine, influenciado por Bresson, Ozu y Buñuel. Es, según sus propias palabras: “Me la paso buscando en los sitios donde todavía quedan restos del pasado. Odio el mundo moderno. Creo que soy un monstruo que nació fuera de tiempo”.

Había visto la primera y la tercera en cine y en momentos distintos. Por alguna extraña razón, había visto fragmentos de la segunda en televisión. Ahora que la Cineteca Nacional proyectó el ciclo del cineasta, puede verlas juntas, una tras otra, convenciéndome de porqué Kaurismäki es un gran cineasta, aunque él diga que no lo es y que no le interesa serlo. Este es un cine donde uno tiene que poner de su parte, Kaurismäki cuenta la historia, pero es en el silencio, en la lentitud, en la soledad y en los rostros fríos e inexpresivos, dolorosos, desde donde se cuenta la verdadera historia.

En “Sombras en el paraíso”, cuenta la historia de dos personajes marginales, un recogedor de basura y una cajera de supermercado que pierde su empleo. Se conocen, se cortejan, se separan, deciden juntarse otra vez e intentan enfrentar su condición marginal estando juntos. El silencio está presente en toda la historia, la mirada fría de todos los personajes habla de sus angustias, su desencanto. Estos dos perdedores serán “salvados” por Kaurismäki al final de la película: la sonrisa llenando el rostro de Ilona (interpretada magníficamente por Kati Outinen) al final de la película y la decisión de Nikander (Mätti Pelonpää, fantástico) por llevarse a Ilona a un viaje relámpago a Estonia, son la utopía que se vuelve realidad. Ellos se van, la tristeza queda del otro lado del mar.

“Ariel” parecería, en momentos, una comedia de equívocos. Taisto Kasurinen (interpretado por Turo Pajala) conocerá a Irmeli (Susanna Haavisto) pero antes dejará su pueblo natal al cerrarse la mina donde ha trabajado toda su vida, verá morir a su padre, manejará su Cadillac convertible en el frío y lo asaltarán al llegar a Helsinki. Taisto e Irmeli se conocen y deciden (¿soledad? ¿apatía? ¿nada mejor que hacer?) compartir la vida juntos, pero Kasurinen será encarcelado al tratar de hacer justicia por mano propia: aquí Kaurismäki critica fuertemente al Estado que todo lo ve y todo lo juzga, excepto al verdadero crimen y al verdadero culpable. En prisión, Kasurinen conoce a Mikkonen (Pelonpää, otra vez, silencioso e inexpresivo, ¡ma-ra-vi-llo-so!) con quien logra fugarse de la prisión y quien le marca el camino para salir de Finlandia. Mikkonen muere (en una escena que invariablemente hará reír al público), Taisto, Irmeli y el hijo de ella huyen en el carguero Ariel que los sacará de Finlandia, rumbo a México. Otra vez, los marginales encuentran la redención en la huida. Justamente es con esta película que la crítica “decide” que Kaurismäki está haciendo un planteamiento político sobre el proletariado (aunque entre “Sombras en el paraíso” y “Ariel” hay además un largometraje y tres cortometrajes).

“La muchacha de la fábrica de cerillos” tiene en Kati Outinen (interpretando a Iris) al personaje central de la historia. Una mujer joven obrera trabajando en una fábrica de cerillos. El ruido de las máquinas substituye a la voz humana, no hay diálogos, la soledad es enorme y la vida se va día a día entre cajas de cerillos que van pasando frente a los ojos de Iris, personaje silente e inexpresivo. Iris no se comunica, es ajena a lo que ocurre en el mundo, se encierra en sus novelas, escucha la radio en otro idioma, participa de la vida como mera espectadora. Por lo mismo, es terriblemente ingenua y se enamora (obsesiona) de un hombre con quien tuvo relaciones una noche, le rompen el corazón, se embaraza, le rompen el corazón otra vez, aborta por un accidente, la corren de su casa, compra veneno para ratas y sonríe. Cobra venganza, no sólo del hombre que la desilusionó, sino de la vida en sí. Su botella de mata ratas en su bolso es la llave libertadora, Iris encuentra la salida y fuga. Lo marginal gana, cobra sus cuentas y acepta, tranquilamente y sin resistencia, su castigo.

En mi opinión: me gusta mucho el cine de Kaurismäki, es un cine que dice cosas, que no se sostiene en efectos especiales, en tramas complicadas, en paisajes vistosos, en actuaciones explosivas. Es un cine lento, un cine silencioso como la humedad, avanza y va dejando huella. Es un cine que no busca trascender y quizá, por eso mismo, lo logra.

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